Vino el Hombrecaballo,
y se llevó todo.
Cambió pájaros por balas,
y piñones por humo.
Enfermó la tierra
con su corazón virulento.
Llenó de odio los lagos,
y apagó el llanto de los niños
con pólvora.
Construyó ciudades
para albergar a los ladrones.
Repartió alcohol,
y transformó las plantas en demonios.
Llegó con yelmos y cotas de malla,
y trajo ruido y olvido.
El Hombrecaballo
sufre de olvidar,
olvida que esta vivo
y se cree eterno.
Vino el Hombrecaballo,
con conquista y muerte.
Con envidia y deseos,
de llenar con oro y plata
su desdicha.
Cortó el Canelo sagrado
y exterminó a los Selknam.
A muchos confundió,
y a otros enseñó el vino,
les hizo creer que era santo.
Transformó el vicio en religión
y la religión en vicio.
Convenció que la muerte del Cristo,
pagaba toda las guerras.
Todas las matanzas.
Todo el exterminio.
Hoy el Hombremáquina llora,
y no sabe a quien llorar.
Sus engranajes no lo escuchan,
y sus autos no lo comprenden.
Inventó un Logos para todo,
y se olvidó del Mapu.
O no quiso escucharlo.
Creyó que era de incivilizados;
“Amar y respetar,
guardar silencio
y celebrar la luna”.
El Hombreavión;
Vuela sentado,
no como pájaro,
sino, con los brazos cruzados.
Y cuando cae;
“Se estrella sobre sí mismo,
sobre el fuego en los bosques de Lárices,
sobre el motor de combustión interna,
sobre sus hijos”.
Sigue llorando,
sin que alguien lo escuche.
La Lenga no lo escucha,
y el Floripondio evade su grito.
Trata de explicar todo,
con teorías relativas y cuánticas,
inconexas entre sí.
Trata de comprar todo,
como el amor y la paz,
y necesita la guerra,
para aumentar el gasto
y mantener el mercado en equilibrio.
El Hombrecaballo vino y se quedó,
cambiando todo para siempre.
Con su democracia representativa,
de la idiotez,
y del lucro.
Con su garganta enferma
de pus sifílica,
y el bolsillo lleno.
Con su ritmo sincopado de tren,
que avanza en esa mentira,
que llaman progreso.
El Hombreauto vino,
y lo condujo todo.
al cielo del consumo,
del desecho.
Transformó la montaña
en codicia,
y el río en desagüe.
Al árbol en billete,
y la hoja en vicio.
Se llevó todo lo que podía,
y ahora nos cobra
con intereses solares.
Nos vendió la muerte en el Chaco,
el ataúd y el salitre.
Nos cobra las paladas de tierra,
que abrigan
nuestro cadáver enfermo.
Nos cobra en dinero la infelicidad.
Nos trajo ese Cristianismo barato,
que alimenta a curas pedófilos
y Papas asesinos.
Nos deja tristes,
ansiosos,
angustiados.
Con una angustia de televisión.
Adictos al humo.
No sabe que la libertad,
no esta en las leyes,
de un Imperio Romano
en decadencia.
Que decae contigo y conmigo.
Sobre nosotros,
sobre Dios,
sobre el Imperio del Estado.
No sabe que la libertad,
está en el aire puro,
en el agua.
Dentro de cada uno.
No esta en el momento de la muerte,
como quieren que creamos.
Esta en el momento de nacer.
Nacemos libres,
pero nos esclavizaron
con cruces,
con signos.
Con un idioma que nadie entiende bien,
que no refleja las cosas,
si no ideas,
ideas de ellos,
del Hombremuerto en su mente.
Que vino a matarlo todo,
por eso no respeta nada.
No le importa matar nada.
Cree que todo debe evolucionar,
y no respeta los ciclos.
Convencido de una vida más allá,
más allá de la muerte,
institucionalizada,
legalizada,
legitimada,
blanqueada,
occidentalizada,
globalizada,
pero lenta,
como una muerte masoquista.
Sadomasoquista,
como el Hombrecaballo.
Osorno
17102002