persusnibaes - María, Magdalena y Yo
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          Nunca supe exactamente cuando me pegué el Sida, siempre he pensado que esa cuestión la inventaron los yanquis para reducir la población mundial, es que nunca había existido en la historia de la humanidad esa enfermedad y que justo ahora, cuando hay sobrepoblación en el mundo aparece, yo no lo creo.  No creo que sea una lesera traída del espacio exterior, ni que sea una enfermedad adquirida de los monos, esa hueva la inventaron los estadounidenses igual como inventaron la bomba atómica y el Ántrax.
           
          Bueno, la verdad es que cuando me enteré de que estaba enferma, casi ni me asombré.   Siempre tuve miedo de tener la enfermedad esa, por la vida que había llevado, hasta aquel día en que llegaron los exámenes.   Ese fue un día terrible, pasaron otras cosas bastante horrendas en el dormitorio.  Como cuando la Magda mató a la Paty por celos, la mató con un cuchillo de un tajo en la garganta, su muerte fue rápida y violenta, la María se puso a gritar y yo traté de retener la sangre de la Paty, pero no pude hacer nada.   Ella se desangró en el acto.   El resto ya es historia, entraron los pacos, nos cagaron a patadas y se llevaron a la Magda, quien estuvo un mes castigada en el calabozo oscuro.
            
          Como decía ese día fue terrible, porque pasaron cosas peculiares en el dormitorio, pero el día que trajeron los exámenes estuvimos calladas, todas nos miramos a los ojos, una a una, pero nadie supo que decir.   Me fui a mi cama y lloré.   Lloré como nunca había llorado, con ese llanto silencioso de cuando una no quiere que la escuchen, pero que en el fondo te hace peor.   Escribí cartas a mis amigos y a mi madre, bueno casi no me enojé tanto en comparación a la Magda, ella en cambio trató de suicidarse.   Estaba fuera de sí, tomó un cuchillo, tal vez el mismo con que mató a la Paty y se cortó las venas.   La María llamó a los pacos quienes llegaron rápido y la llevaron a la enfermería y los médicos la recuperaron, estuvo bien mal pero no se murió.
            
          Cuando la Magda volvió, dijo que ahora sí estaría dispuesta a hacerlo, ella nunca tuvo miedo de nada.   Nos propuso que lo hagamos todas, que un día en especial nos pongamos a trabajar y lo hagamos.   Fijamos un día, el 21 de junio, justo en el solsticio de invierno, que también es la noche de San Juan, esa sería la mejor noche según la Magda.
         
La María no quería seguir el juego de la Magda, contó que cuando estuvo en libertad un amigo de ella se había vuelto loco haciendo esa lesera.   Que un día luego de haberlo hecho con unos amigos, entró a una iglesia y mató al sacadote gritando que lo ayuden, que tenía al Innombrable adentro.   Nunca más supo la María de él, cuando preguntó a los familiares que había pasado con su amigo, le cerraron la puerta en la cara.   Contó que la madre de su amigo le dijo; ¡Ándate conche tu madre! ¡Tú metiste a mi hijo en esa vida, él era bien hombre y tú lo cagaste!   Cuando nos contó eso, la María estaba muy triste.  

          Muchos deben creer que una se prostituye porque le gusta la hueva esa, pero la verdad es que todas lo hacemos por necesidad.   A la María, la volvieron a agarrar en el barrio Suecia y como no tenía plata para un abogado, volvió aquí, al dormitorio cinco, se convirtió en evangélica y predicaba con los canutos la palabra de Dios, aunque nosotras con la Magda sabíamos que esa hueva era para puro aparentar, en el fondo, a la María igual le gustaba el hueveo.   Luego que llegaron los exámenes, los pacos no querían ni entrar al dormitorio, tenía miedo hasta de mirarnos.

          Una noche nos allanaron y nos llevaron a otro dormitorio, uno especial donde estaban todos los internos que tienen Sida.   Yo no me resistí, estaba acostumbrada a que me discriminen, pero a la Magda le pegaron hasta cansarse, porque le encontraron un punzón debajo de su colchón.
           
          Yo me llevé mi crucifijo y la Magda esa noche me dijo que si no lo escondía, me lo iba a romper, que si tenía un crucifijo El Innombrable no vendría.   En el dormitorio nuevo había diez huevones más.  
            -¡Llegaron las minas!- dijo un huevón que creía que por ser ladrón la llevaba en la cana.   Cuando nos llevaron a nosotras, nos acomodamos en la misma litera, la María al medio, la Magda abajo y yo arriba, como soy la más chica no me importó.   El mismo huevón dijo;

           -¡Por fin voy a escuchar una mina quejarse, hace tiempo que no escuchaba una!-
y los demás se rieron.
           
          -¡Tu no nos tocas baboso!- dijo la Magda, mostrando sus heridas de la golpiza al ladrón, sabiendo que siendo más chora que él, nadie nos molestaría.   Él se sentó al final del dormitorio con un viejo y un flaco a tomar mate y jugar a las cartas, mientras se reían.
           
          Esa noche la María y la Magda durmieron juntas y movieron harto la litera.   La Magda era celosa y siempre quería dormir con alguien, la noche siguiente me tocaría a mí.   Ya no me importaba, total todas estábamos enfermas.   La oscuridad era cruzada por la luz que entraba por la ventana con barrotes.   Hacía bastante tiempo que no pasaba la noche en vela, mientras recordaba mi primera noche en la cárcel.   Recuerdo que la Magda fue la primera en hablarme cuando entré al dormitorio, se acercó y me hizo un cariño en la cara.
            
          -No tengai miedo- me dijo, insistió que confíe en ella, que ella mandaba aquí.   Esa primera noche se metió en mi cama con un punzón, los hacía con los fierros de las sillas, esos que van abajo como rejas, tal vez para que un huevón con más suerte que yo deje sus cuadernos.   Me apretó bien la boca y me mostró el punzón, me dijo que si gritaba me mataba, me bajó los calzones y me hizo suya.   Odié a la Magda, pero con el tiempo me acostumbré, nunca me pasó nada porque ella me protegía, incluso cuando mató a la Paty lo hizo por mí, porque se dio cuenta que la Paty quería acostarse conmigo y cuando le preguntó que si había pasado algo entre nosotras, la Paty le contó.  Ese fue su error, le contó que un día cuando los pacos castigaron a la Magda en el calabozo, ella se fue a acostar conmigo y me obligó a que lo hiciéramos, la Magda sabía que yo no le sería infiel al igual que no lo sería la María, sabía que la culpa era de la Paty y por eso la mató.
           
          -¿Pa’que chucha lo hiciste?- le dije,-¡Ahora te van a condenar a perpetua y no vas a salir nunca de esta cana culia!
           
          -¡Y pa’que mierda querís que salga?-dijo- Si cuando una sale de esta mierda, de lo único que se puede trabajar es de puta, de que huea queris que trabaje, si hasta en la farmacia los huevones no te quieren atender por miedo a tocarte.  Creen que hasta las moneas los van a contagiar, cuando una les pasa una receta te miran con lástima y a mi nadie me tiene lástima-   Me hizo recordar que a ella no le daba pena nadie, porque afuera todos sabían que tenía Sida, aunque la Magda nunca se había hecho los exámenes antes, todos sabían que estaba enferma, porque vivió con un peluquero que trabajaba en el edificio Caracol y que murió de Sida.   Estaba bien cagado el peluquero, que era el amante de la Magda, porque más encima era adicto a la pasta, así que se consumió rápidamente, luego la Magda tuvo que salir a trabajar a la calle y los pacos la pescaron y cayó a la cana.  
           
          Cuando llegó ese maldito día, que coincide con el año nuevo mapuche, si que yo estaba nerviosa, los del dormitorio se burlaban de nosotras y no entendían para que estábamos juntando velas y teníamos tapada la ventana del baño con sábanas negras.
           
          -¡Estas maracas están huevonas!- dijo uno, nosotras nos encerramos en el baño y pusimos las velas, nos maquillamos y nos peinamos para la ocasión.
            
          -¡Esta es la noche chiquillas!- dijo la Magda y puso un cuchillo sobre la mesa de tres patas, nos sentamos y ubicamos el lavatorio en el centro, afuera llovía a chuzos y justo a las doce encendimos las velas.   La Magda prendió un pito y nos volamos, hacía mucho frío, tanto que su aliento se veía cuando ella hablaba, nos tomamos de las manos y comenzamos el rito.   La Magda decía algo de la liturgia y cosas que yo no comprendía, tuve miedo, quería orinar pero no me atreví a interrumpirla.
           
          -¡Preséntate a nosotras, señor de la oscuridad!-   decía y su cara se le iluminaba con las velas, se veía linda ella, con sus cabellos largos y su vestido negro que se había hecho para la ocasión.  La María me miraba y estaba tan asustada como yo, pediríamos por un mejor destino, para que él nos ayude con su infinito poder para salir de aquí y nos pudiéramos ir a otra ciudad, donde no nos conozcan y terminar nuestras vidas juntas, enfrentar la enfermedad con dignidad y no en cana.
 
          -¡Aquí estamos tus siervas y queremos que nos ayudes!- seguía diciendo ella, entonces una brisa apagó las velas de la mesa y el miedo hizo orinarme en la ropa.  El sonido del líquido corriendo hasta el suelo no detuvo a la Magda, que dijo que deberíamos cortarnos y mezclar nuestra sangre para sellar el pacto.   Tomó la mano de la María y le cortó la yema de un dedo y depositó su sangre en el lavatorio, luego se cortó ella y dejó caer las gotas en el agua, pude ver como se mezclaba con la sangre de la María, luego tomó mi mano derecha y la acercó al lavatorio y trató de cortarme.  Yo no quise, sentí miedo y quité mi mano, ahora creo que hubiera sido mejor dejar que me corte, la Magda se enojó y me abofeteó, me gritó -¡Maraca de mierda!-, y yo corrí, salí del baño y choqué con un hombre grande, no pude ver bien en la oscuridad y al principio no le reconocí, era alto y maceteado, los botones de su chaqueta brillaron, olió y dijo;
 
          -¡Estos maricones están fumando hierba!- entraron otros pacos y al ver que habían velas y que llevábamos vestidos nos pegaron, botaron el lavatorio, la Magda se levantó y amenazó al otro paco con el cuchillo.   Un paco agarró a la María y el sargento me agarró, quedó solo el paco frente a la Magda, quien se abalanzó contra él, el paco la esquivó de un golpe con su garrote y la botó al piso.   En eso la Magda se cortó en la muñeca y se enterró el cuchillo en el estomago, el sargento le gritó al paco que no la toque, que no se ensucie las manos con la sangre de estos travestís con Sida.
           
          Acerca de la María, supe que se murió en la misma cana unos años después de aquella noche.   Como les dije, nunca supe exactamente cuando me pegué el Sida y creo que está demás calentarse la cabeza recordando eso ahora, que estoy muriendo aquí en el sur en la casa de mi familia, bajo el volcán Calbuco, de donde nunca debí haber salido.
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