Aún todos los días
renaceré como hoy.
Entre mi sangre
y los cuchillos,
abrirán el pacto de fuego.
Para hacer en tu cuerpo,
mujer
un nuevo trato,
una comunión,
un exorcismo.
Para dejar atrás,
aquellos cuerpos muertos,
fríos,
que se abran
a otra piernas
y otras felaciones.
Lee esta última estrofa,
como himno de alabanza;
“En tu cuerpo hija de Dios,
me desnudo
y mi carne ardiente,
penetrará tu Cáliz,
para hacer con tu cuerpo
y mi cuerpo
la impura alianza
nueva y eterna,
entre mi prolongación vigorosa
y tu cuerpo
erguido al cielo.
Escuchando tus gritos,
tus gemidos,
como aullidos de lobos
insaciables que somos...”
¡A Dionisio!
¡A Venus!
Luego,
cambiaré mi piel de serpiente
y como digo,
renaceré
ante la mirada azul de mi destino,
de mi otro circulo de fuego,
que esta girando.