Conocí el amor, es cierto.
Conocí primero,
cuando adolecía,
un amor extraño,
prohibido.
De flautas pobres
y guitarras rubias.
Amor de peón de fundo o de Platón.
Encerrado en un laberinto,
de madera y cemento,
lluvioso,
y triste,
que llaman Puerto Montt.
Donde mis traumas,
colgaban de mi cuello,
como un cartel de ciego.
Como si por amar, fuera un ladrón.
Amor, por una Reina
de anillos y aros de Oro,
que levitaba como los Elfos.
Que parecía inalcanzable en su Olimpo.
Olimpo que yo mismo levanté,
como un muro de ladrillos,
que uno a uno,
fui pegando,
y uniendo con mis complejos.
Luego,
conocí el amor eterno.
Ese, de mareas inmensas
y luna llena.
Que nos iluminaba,
mientras en la playa de Pelluco,
hacíamos el amor
y no el sexo.
Ese amor, de una mujer a un hombre,
que es, como el amor
de una madre a un niño.
Ese amor, de mujer en celo,
que es arrollador,
inspirador y tierno.
Después conocí otro amor.
Más efímero y etéreo.
Amor de niña rebelde,
yo, opresivo carcelero.
Amor,
de películas y libros sueltos.
De entrepiernas exquisitas.
Piernas largas,
suaves y tibios senos.
Un amor más de carne y cama.
De cuerpo y deseo.
Pero no menos real,
menos firme,
honesto y verdadero.
Conocí el amor es cierto.
Y otros amores más pequeños.
Como olas fugaces
o parques de entretenimientos.
Conocí el amor,
y ahora cuanto lo deseo.
Conocí ese amor,
de conversaciones idealistas,
de planes y proyectos.
De caminatas junto al mar,
y largos paseos.
De peleas y discusiones.
De quiebres violentos.
De eróticos calzones,
sexis medias,
y lascivos reencuentros.
Conocí el amor es cierto,
y ahora cuanto lo deseo.
En esta Patagonia inmensa,
cuanto daría por algo que no tiene precio.
Una caricia,
un gemido,
un beso.
Una risa.
Un par de piernas flacas,
una palabra de aliento.
Conocí el amor, es cierto.
Y aún más, quiero conocerlo.
Para mirar atrás cuando esté viejo,
y sentir que amé con fuerza de marinero.
O tan solo, para recordar que amé,
alguna vez, cuando este muerto,
y amar sea, como leer un cuento.
Punta Arenas
22092005